Cada
26 de abril en diversas partes del mundo se conmemora el Día de la Visibilidad Lésbica, es un llamado hacia la construcción
de sociedades más inclusivas y para la protección de sus derechos humanos.
Las personas tenemos el derecho a
no ser objeto de violencia, persecución, discriminación y estigmatización. Es
por ello que existen leyes internacionales en materia de derechos humanos que
establecen obligaciones jurídicas hacia los Estados.
En Argentina existe desde el año
2012, la ley 26.743 de Identidad de
Género, la cual define que toda
persona tiene derecho al reconocimiento de su identidad de género y al libre desarrollo de su persona conforme a
su identidad de género. Con anterioridad en el 2010, se promulgó la Ley
26.618 de Matrimonio Igualitario, la
misma establece que el matrimonio tendrá
los mismos requisitos y efectos, con independencia de que lxs contrayentes sean
del mismo o de diferente sexo.
Desde la Organización de las
Naciones Unidas se considera a los derechos humanos como universales, por lo
tanto no se puede invocar a prácticas y creencias culturales, religiosas,
morales ni actitudes sociales para justificar violaciones a tales derechos
contra ningún colectivo o persona. Sin embargo, constatamos todos los días por
los medios de comunicación graves vejaciones y violaciones sobre los cuerpos
disidentes.
Continúan
prevaleciendo estereotipos discriminatorios, normas culturales y actitudes que
normalizan y trivializan la violencia contra el colectivo LGBTIQ+. Las mujeres
lesbianas conforman un grupo que sufre una doble discriminación, la primera por
su género y la segunda por el estigma al que está asociado su orientación
sexual.
En
el plano nacional, el día de la visibilidad lésbica tiene lugar cada 7 de marzo
desde el 2010, a raíz del asesinato de Natalia “Pepa” Gaitán, quien fue
asesinada por Daniel Torres, el padrastro de su novia, en la ciudad de Córdoba.
Torres fue condenado a 14 años de prisión. La Pepa se convirtió en una bandera de lucha por la igualdad y la
visibilidad de las mujeres lesbianas en todo el país.
Desde
el área de Género y Diversidad Sexual de Xumek, entrevistamos a Cecilia
Magdalena Malnis, poeta y becaria doctoral del Instituto de Ciencias Humanas,
Sociales y Ambientales del CONICET, sede Mendoza, quien nos da su percepción
por un lado sobre la cotidianidad de su vida y el lesbianismo; y por el otro
sobre el lesbianismo y el contexto sociocultural.
¿Qué significa ser parte de la
comunidad LGBTIQ?
Ser
parte de la comunidad LGBT puede tener distintos significados para las
distintas personas que integramos, de alguna manera, el colectivo. Como
lesbiana, para mí, significa defender las condiciones particulares de vida en
que nos desenvolvemos dentro de la sociedad, y entender que el
heteropatriarcado tiene formas de opresión específicas sobre nosotras.
Por
un lado, las más femeninas somos leídas como mujeres heterosexuales, teniendo
que soportar diariamente la invisibilidad, y, entre otras cosas, chistes
machistas y lesbofóbicos, coqueteos no deseados por parte de varones cis,
acosos, la presión de responder a estereotipos de género que no responden a
nuestra identidad de género, etc. Por otro lado, las lesbianas chongas son discriminadas en la calle y
en sus lugares de trabajo; y, en la escuela, son adoctrinadas para que se
repriman y respondan a los imperativos de la feminidad. En otros casos, son
directamente leídas como trans, que es un pensamiento que asimila muy fácil y equívocamente
la masculinidad a los varones, como si se tratara de un atributo exclusivo de
ellos. Las lesbianas chongas no son varones trans, y tienen sus propias maneras
de construir una masculinidad no hegemónica que inscribe en sus cuerpos cierto
erotismo y formas de relacionarse con otrxs, que muy pocas veces es tenida en
cuenta por la cultura de lo mainstream, digamos, aún dentro del colectivo LGBT.
Si
bien compartimos muchas formas de opresión con el resto de la comunidad LGBT,
las lesbianas (y nuestras condiciones materiales de existencia) tenemos luchas
particulares que dar.
¿Cómo es llevar esta lucha
política día a día en tu vida?
Para
mí, principalmente, significa visibilizarme como lesbiana en cada lugar en el
que estoy: en el trabajo, en la universidad, con mis amigxs, en mi familia, en
los distintos espacios literarios a los que me invitan a leer, etc. Es un error
pensar que la sociedad ya ha aceptado a las lesbianas y que la lucha por el
reconocimiento no es necesaria.
En
la mayoría de las instituciones en las que transitamos desde la infancia,
todavía tenemos que hacer el esfuerzo por nombrarnos, porque lo
«normal» es la heterosexualidad. A los estereotipos de género los
enseñan en la mayoría de las familias, en las escuelas, en las imágenes
normalizadoras que vemos en la televisión y redes sociales, en las mismas
encuestas y formularios, que muchas veces sólo tienen para completar con
varón/mujer, sin tener en cuenta otras identidades de género (hay muchas
lesbianas que no se consideran mujeres, por ejemplo).
El
adoctrinamiento del cuerpo, la identidad, las luchas, los placeres, el
erotismo, es un campo de batalla que se inscribe en nuestra cotidianidad, y la
resistencia, desde el nombrarnos, como primer paso, es importantísima. Hablar
de la propia experiencia es una herramienta para generar conciencia en otrxs
muy fuerte.
El
activismo, en mi caso, significa también hablar de la disidencia sexual en
términos de lucha, como una forma de no dejarnos asimilar por un sistema
hegemónico que oprime. Esto significa que ser lesbiana no es sólo una opción
individual de vida, una elección por dirigir cierta energía erótica y/o romántica
hacia otros cuerpos de mujeres o lesbianas. Significa, más bien, ser agentes de
resistencia a la normalización de los cuerpos y la identidad; es estar en
contra de la «normalidad» con que se presenta a la ciudadanía
neoliberal e individualista contemporánea; es promover un cambio de las
concepciones más conservadoras sobre la vida, para que todxs podamos vivir en
condiciones de igualdad, sin discriminación, y con mayor libertad, concibiendo
al cambio social no como una salida individual, sino colectiva.
¿Considerás que las
lesbianas sufren una doble discriminación: una por el género y otra por la
orientación sexual?
Sí,
creo que las lesbianas, aún las que no se consideran mujeres, somos leídas por
la sociedad como tales, (salvo algunas excepciones no mucho más felices). Esto
nos expone a las mismas opresiones que sufren las mujeres en general; teniendo
en cuenta, una vez más, que las mujeres tampoco son un grupo homogéneo, y que
al interior hay diferencias de clase social, de acceso a la escolaridad, de
edad, de racialización, etc.
¿Consideras que hay acciones de
disciplinamiento por parte de la heterosexualidad dominante hacia las
lesbianas?
Sí,
hay un disciplinamiento básico a nuestro deseo, que supone que a las niñas
socializadas como mujeres nos tienen que gustar los varones (cis). Y con ello,
se supone que vamos a querer transitar por todas las instituciones heteropatriarcales,
como el matrimonio, la familia, el amor romántico, etc. Con ello, se espera
también que reproduzcamos el modelo dominante de vida. Las lesbianas
(idealmente) escapamos, de cierta manera, al destino que nos fue asignado al
nacer como mujeres. Somos «prófugas de nuestra clase», como escribió
Monique Wittig. Hay una disciplina normalizadora sobre el cuerpo, que rige cómo
«deberíamos» vernos las aparentes mujeres.
Y
hay también, de una parte del colectivo LGBT o de ciertos feminismos, una visión
esencialista de la identidad, que supone que una «verdadera lesbiana»
se ve de tal o cual manera, o que se comporta de cierto modo. Para mí, esa
postura fuertemente esencialista es la corriente más podrida del feminismo, que
se vuelve ciertamente normativa, y tan alienante como los mandatos patriarcales
sobre nuestro cuerpo, nuestra identidad y nuestro deseo. Y, por lo tanto, sobre
nuestras luchas.
¿Qué derechos consideras que
todavía faltan por alcanzar?
Los derechos que todavía nos faltan por alcanzar son el derecho al aborto legal seguro y gratuito y la enseñanza efectiva de la Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas, es decir, el derecho a la educación. Esta segunda, implica para las lesbianas y para toda la comunidad LGBT, un avance fundamental hacia el cambio de conciencia, que hasta el momento sigue siendo muy conservador y homolesbotransfóbico.
Foto: Nancy Castronovo Bloin