Juicio de Lesa Humanidad en San Rafael: crónica tercer semana

Muy a pesar de volver a sufrirse las continuas demoras y problemas con la comunicación vía teleconferencia, pudo completarse con resultado positivo la tercer semana de audiencias los días 15, 16 y 17 del mes en curso.

Si bien la video conferencia tiene su inconvenientes, somos conscientes de que tolerar estas pérdidas de tiempo tiene su razón, ya que además de colaborar con la presencia al menos virtual del cuarto juez domiciliado en la provincia de La Pampa, es la única forma que hoy admite que todos los represores imputados en la causa estén presentes y tengan la obligación de escuchar, ver y sentir todo lo que tienen para contar los testigos, sentir su dolor y dimensionar el daño que ocasionaron sus cobardes actos.

El dolor de los familiares:

En esta oportunidad, si bien siguieron presentes en cada testimonio la violencia física y psicológica, los operativos, detenciones y privaciones ilegitimas de libertad sin motivos y las consecuencias en general que acarrearon estas últimas, intentaremos destacar otro aspecto que puede advertirse de las experiencias vividas en la triste segunda mitad de la década del 70 en la ciudad de San Rafael: el dolor que aún hoy se percibe en los familiares de los que sufrieron en carne propia aquellos atropellos.

Estremece casi tanto como los relatos de las víctimas, percibir como esas situaciones también ha marcado a sus familias. Padecimiento que aún subsisten. Basta con detenerse en el nivel de detalle que, pasados casi 40 años, siguen recordando de ese momento trágico en que irrumpieron en sus domicilios para advertir fácilmente que fue tan grave lo que les tocó ver vivir, que ese momento ha quedado grabado a fuego en sus retinas.

Y, como si pasar por eso no fuese poco, muchas veces afloran sentimientos de culpa que ni el tiempo ha podido aliviar por no haber hecho un poco más para ayudarlos.

“Los militares que entraron a mi casa eran como unos gigantes” decía una testigo, buscando justificar el razonable miedo diciendo, visiblemente emocionada, que los 15 años de antes no son los de ahora y que por eso cuando se llevaban a su hermana no pudo reaccionar y se quedó arrinconada contra la pared mientras la apuntaban con un arma. “Yo siempre digo que no me animé a mirar cuando se la llevaban. Pienso que no me animé a mirar, siquiera,  por la ventana.”

“El militante era yo, mi hermano no tenía nada que ver. Toda mi vida me la he pasado echándome la culpa por lo de mi hermano. Quedaron 3 niños chicos”. Decía otro testigo, concluyendo “yo sé que hay un dios y ellos lo van a pagar. Yo ahora estoy medicado desde que empezó el juicio. Pero estos…la van a pagar”.

Agregaba con lágrimas en los ojos: “Mi mamá participaba de las rondas de los jueves. Iba al comando o a infantería a preguntar e iba con una muda de ropa por las dudas de que estuviese ahí, que se yo, por si aparecía…pero bue…nunca más la vimos.”

Incluso, dijo una testigo que, “habían oficiales que me decían que tenía que pagar por su información, y me dijeron que debía tener sexo con ellos. (…) En realidad no lo hice, pero realmente la oferta estaba, y saber eso era muy cruel, demasiado cruel.”

Esta semana por problemas de agendas de las partes esenciales del juicio, sólo habrá audiencia el día jueves 23. Por lo que esperamos sea una nueva intensa y larga jornada de declaraciones.